Vistas de página en total

sábado, 9 de marzo de 2019

Tu parque

Por allí para, me dijeron. Un parque bastante alejado de la ciudad, incluso tb de la vida por vivir.
Hasta allí me acerqué para verte . Un frondoso parque rodeado no sólo de árboles, multitud de flores adornaban la soledad de cada un@.
Caminé,  al mismo tiempo  mi vista te buscaba sin suerte alguna. Seguí persiguiendo mi objetivo y una carcajada consiguió q mi cabeza girara.
Me costó reconocerte, tu pelo ya no era aquel q mío fué, tp tu silueta acompañaba el recuerdo. Sólo tu risa me acercó al pasado reconociendo mi sorpresa. Un pequeño perro te acompañaba, seguramente el único ser vivo, víctima de tus soliloquios entre risas inapropiadas.
Me acerqué temerosa a un rosario de improperios, tan temblorosa como tensa, esperando por lo desconocido.
Cuéntame cómo te va, me dijiste levantando la vista. Cómo si no hubieran pasado cinco años, cómo si nuestra vida siguiera atada a la rutina de entonces y cómo si nuestros ojos nos siguieran viendo cómo si nada hubiera pasado.
Empezaba a contarte cuando me interrumpiste con una incontinencia verbal inusitada. Contabas y cantabas los beneficios de abrazar los àrboles, me indicabas una a una, el nombre y propiedades de distintas hierbas y flores, al mismo tiempo q sentía propias las caricias q regalabas a tu perro.
Diox, tú, la mayor enemiga de la naturaleza, la defendías como quien defiende un amor en brazos ya ajenos.
Ven, dijiste, vivo al fondo del parque, donde nace la ladera. No vivo sola, tengo  quien al llegar, siempre me recibe con caramelos. Raro, pensé ...

Seguí tus pasos, unos cuantos metros tras de ti hasta alcanzarte. A unos metros de alcanzar un túnel, me cogiste de la mano. Al principio está un poco oscuro, comentaste, no tengas miedo. Así mantuvimos nuestras manos. Unas casi ciegas bombillas aisladas se hicieron presentes.  Q sombrío y húmedo, pensé mientras anhelaba alcanzar el final del túnel. Nos cruzamos con otras personas q  delataban q en aquel sorprendente y sospechoso lugar, había vida.
Alguien dijo tu nombre, una Sra. con cara amable y sonrisa bonachona. Llegas con retraso, te recriminó mientras tú hacías las presentaciones pertinentes.
No nos despedimos, me percaté de q vivías instalada fuera del tiempo, dónde no existe el ayer, ni el hasta luego, ni mucho menos, un mañana. Renuncié al Adiós q te merecías, principalmente porque tp yo quería recibirlo.

La Sra. de sonrisa bonachona se acercó con un vaso de agua y un plato dónde reposaban cuatro píldoras de diferentes colores.
Tomaste tus caramelos y esbozaste la sonrisa propia del feliz y satisfecho.
Nada dije, mis lágrimas ahogaban todos los Adioses, en éste caso, aquellos por decir y q jamás podrás recibir.